En la antigua Grecia, los Juegos Olímpicos eran mucho más que una competencia deportiva; eran una celebración del esfuerzo y la virtud humana. Los ganadores no recibían medallas de oro, plata o bronce, sino algo mucho más significado para ellos: una corona de olivo.
El ritual se inicia con un niño de 12 años, cuyos padres aún vivían, que cortaba con un cuchillo de oro las ramas del olivo sagrado Kallistefanos Elea. Estas ramas eran tejidas en una corona que se convertía en el símbolo de honor y respeto. Esta tradición comenzó en 776 a.C. con la victoria del atleta Korebo en la carrera del estadio (unos 185 metros).
🔍 ¿Qué clase de hombres son estos que compiten por la virtud y no por posesiones?, se preguntaba asombrado el general persa Tiritantaechmes al conocer que los griegos se disputaban una corona de olivo en lugar de riquezas. Heródoto nos relata este momento de admiración y respeto.
🌟 La corona de olivo, o kotinos, confeccionada con ramas del sagrado olivo cerca del templo de Zeus en Olimpia, simbolizaba la paz y los logros humanos más puros.
En los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, esta tradición se revivió, entregando nuevamente coronas de olivo a los ganadores, uniendo el pasado y el presente. Si alguna vez vuelven los Juegos a España, y siendo el país con más olivos, tendría todo el sentido recuperar la tradición.
🤔 Una reflexión: En un mundo donde a menudo medimos el éxito en términos de riqueza y posesiones, la corona de olivo nos recuerda que el verdadero honor reside en la virtud y el esfuerzo, valores que también representan nuestros agricultores, quienes cuidan sus olivos cada día con dedicación y esfuerzo.
📸¿Qué opinas sobre esta tradición? ¿Crees que hoy en día valoramos lo suficiente los logros basados en la virtud? ¿Proponemos desde hoy que, si los juegos vuelven a España, además de las medallas, entreguemos coronas de olivo?